Que Nueva York está lleno de sorpresas no es ninguna novedad. Incluso para quienes viven en ella o son asiduos viajeros a Manhattan siempre hay motivos de descubrimiento, renovación o nuevos proyectos para asombrarse.
Uno de ellos es el nuevo hotel Beekman. En pleno downtown, un área que de por sí forma parte de un gran plan de renovación y reconstrucción, la presencia del edificio es sin embargo una de las primeras de gran escala en el área. Fue encargado en 1883 por Eugene Kelly, un inmigrante irlandés y construído por Silliman y Farnsworth, en el nro. 5 de Beekman St. como oficinas de bufetes de abogados, por su cercanía al city hall, con una estética victoriana, en ladrillo como material predominante en fachada. Era el mismo año de la inauguración del puente de Brooklyn con lo que el auge del lugar entonces llamado «Temple Court» fue paralelo al desarrollo de la ciudad también. El sitio además, contaba con antecedentes ilustres. Hacia 1840 como Clinton Hall fue sede de la biblioteca de la asociación mercantil, con miembros de la talla de Ralph Waldo Emerson, Mark Twain, Henry David Thoreau o Edgar Allan Poe.
A mediados del siglo XX lo superaron otras ofertas de la ciudad y cerró manteniéndose abandonado durante años, solo con ingresos esporádicos para campañas de moda o filmaciones de películas, a pesar de que desde 1998 fue declarado «Public Landmark». Uno de esos eventos fue un shooting de Harper´s Bazaar con Iman en el año 2010.
El desarrollador inmobiliario Allen Gross, de GFI Capital Resources Group (con antecedentes de renovaciones como las del Ace y el NoMad Hotel) lo compró en el 2011 luego de varios proyectos de terceros sin éxito, y de ganarle a otro empresario hotelero reconocido André Balazs. La oficina de Allen estaba localizada muy cerca y pasaba todos los días caminando admirándolo sin creer que ese imponente edificio estuviera abandonado, soñando con reconstruirlo y devolverlo a sus días de gloria.
Inaugurado en el 2016 luego de 3 años de arduas reformas, y 350 millones de inversión, operado por la cadena Thompson de hotelería, el edificio, cuyos huesos resistieron el paso del tiempo se presenta hoy con un lujo cálido, de estética inglesa en tapizados, boiseries, o detalles exquisitos en carpintería de hierro.
Sin dudas, el punto de atracción excepcional, que muy pocos conocen y todos quedan boquiabiertos al descubrir, es su atrio central de 9 pisos y balcones totalmente trabajados en hierro, coronados por un lucernario piramidal desde donde se divisa su ilustre vecino, el Woolworth Building.
Los trabajos incluyeron elevar todas las barandas de balcones a requerimientos actuales, actualizar ascensores y reconstruir todos los pisos con un contratista, 4a generación de fabricación de mosaicos de Buffalo, New York
La obra fue ejecutada por GKV Gerner Kronick + Valcarcel, Architects y el diseño de interiores por Martin Brudnizki Design Studio. La renovacin se completó con la construcción de una torre moderna de uso mixto de 51 pisos en un predio lindante cuyos precios de venta rondan los 1,2 millones de dólares para las unidades residenciales de un dormitorio, cuyos interiores estuvieron a cargo del estudio deThomas Juul-Hansen .
Para disfrutarlos puede tal vez acceder si no a una noche de alojamiento, a comer o tomar una copa en alguno de los restaurantes de dos de los chefs más renombrados en la ciudad instalados allí con sus propuestas: Tom Colicchio y Keith McNally.
Cuando le preguntaron a Allen Gross cómo había convencido a dos tradicionales rivales gastronómicos de instalarse juntos en ese lugar comenta que les dijo «Miren para arriba!»