Analía Sandleris: experimentando entre collages, postales y paisajismo

28/04/2019 | Arte / Exposiciones

Analía Sandleris: experimentando entre collages, postales y paisajismo

28/04/19Arte / Exposiciones, Destacados, Perfiles, Portfolio

Analía Sandleris: experimentando entre collages, postales y paisajismo

28/04/19 | Arte / Exposiciones, Destacados, Perfiles, Portfolio

Analía Sandleris es una de las referentes ineludibles cuando se trata de trayectoria artística de calidad a nivel nacional que trasciende fronteras. Tal es así que en octubre del año pasado, presentó su exposición “Analía Sandleris” en el Museo de Artes Visuales, un trabajo con referencias autobiográficas que por primera vez incluyó obras de tamaño XL, algunas de hasta ocho metros de extensión.

Analía descubrió su vocación en el taller de su abuela, y aunque en aquel entonces no supo comprender su talento, las señales se manifestaron una y otra vez hasta que finalmente lo entendió: nació para ser artista.

Sin embargo, dedicarse al mundo del arte en la década del 70 era toda una osadía, los materiales no se encontraban a la vuelta de la esquina y la realización de la mujer no estaba precisamente delante de un lienzo. Su estilo personal se caracteriza por el uso de muchísimos materiales de deshecho, y previo a comenzar con el formato grande, se dedicó mucho a la obra pequeña. “Cuando te pones a trabajar en algo de 13×15 centímetros, uno tiene una proximidad diferente con la obra, que luego se traslada al espectador. En cambio, la de gran formato tiene un doble abordaje: se puede apreciar de lejos y de cerca, porque tiene muchas lecturas”, cuenta mientras nos muestra algunos de sus trabajos en archivo digital. Y en este recorrido iniciamos un viaje del presente al pasado, encontrando diferentes técnicas, estilos, colores y materiales de una mujer que se fue transformando con el paso del tiempo, manteniendo patrones comunes que forman parte intrínseca de su identidad como artista..

Hablemos de tu formación inicial, ¿cómo comenzó tu vínculo con el arte?

Mi abuela era pintora, daba clases en su casa y me era algo familiar. Ahí fue donde empecé mi contacto con la pintura, en los años ´60. En esa época, no había una disponibilidad de recursos como la de ahora. Elaborábamos los oleos, conseguíamos los materiales pero había muy pocos lugares. Hacíamos algo muy casero: conseguíamos aceite de lino crudo y después de terminar los óleos, los guardábamos en tubos de pasta de diente de plomo, abriéndolos por detrás y cerrándolos nuevamente. Así los envasábamos. Sobre todo, pasábamos este trabajo para abaratar porque eran muy costosos.

Después de haber participado en el taller de tu abuela siendo autodidacta, ¿cómo continuaste tu formación?

Yo pintaba de manera natural, era una actividad más que tenía y siempre lograba encontrar un rinconcito donde hacerlo. Nunca me planteaba nada a futuro, ni se me pasaba por la cabeza dedicarme a esto. Además, se suponía que debía entrar a la Universidad de Derecho, que de hecho lo hice. Pintaba con mucha libertad porque me divertía, me gustaba. Tuve la suerte de tener a María Freire de profesora de dibujo en primero de liceo, y ella era muy expresiva, era una mujer que quería dar las clases a su estilo y no siguiendo lo que le imponían. Un día sobre fin de año me dijo: ¿nunca pensó en presentarse a algún concurso o exposición? También me preguntó si tenía cosas en casa, se las llevé y me seleccionó material. Esa anécdota fue muy linda, como pequeñas señales que en su momento no comprendí porque no sabía quién era María Freire, para mí era una profesora más que se había enganchado con mis dibujos. Después seguí estudiando, entré a Facultad de Derecho y luego me pasé a la de Psicología. En el camino, empecé a ir a un taller, abierto desde las dos de la tarde a las diez de la noche. Podías ir todos los días, tres veces por semana o una, ir el horario completo o dos horas. Me enganché mucho con ese sistema. Me estimulaba mucho y me sentaba a dibujar durante horas, un ejercicio maravilloso, no solo por lo que avanzás sino por los procesos que desencadena el dibujo.

¿Qué le siguió a esa experiencia?

Era increíble cómo gente de lugares tan diferentes coexistía en esos talleres. Fue entonces que conocí el taller de Nelson Ramos y me llevó a indagar con muchos materiales. Tenía una manera de enseñar muy buena porque te guiaba de acuerdo a lo que vos hacías y te hacía ver los errores. Fui poco tiempo, empecé a trabajar bastante hasta que en un momento me quedé en blanco, nada me salía, no estaba conforme con nada. Y una vez más, volví a los talleres, esta vez fui a lo de Guillermo Fernández que fue una experiencia maravillosa, porque era algo totalmente diferente a lo que había hecho.

¿Cómo elegías a qué taller ir? ¿Priorizabas el sistema educativo, la técnica, el ambiente?

Por suerte, en aquel momento había muchas opciones, buenos talleres. Ahora hay muchos menos, no estamos en una época de grandes maestros.

¿Creés que esto debe a que antes estaba proscripta la educación oficial de Bellas Artes y por eso surgían polos de enseñanza?

Creo que había gente que ahondaba en el tema de la docencia y apostaba a formarse como docente. Por ejemplo, Guillermo trabajaba mucho en el poder construir una imagen en el lenguaje visual, los ejercicios partían de cero y estaban orientados a la composición, al ritmo, a la estructura. Él te hacía cortar miles de papelitos diminutos y en cada clase vos hacías una cantidad de ejercicios y él otros. Te mostraba, por ejemplo, cómo se insertaba una línea en otra y generaba una cierta violencia o tensión… Tenía una vocación docente muy fuerte.

Es decir que aún para lo más abstracto hay leyes determinadas que hacen que una obra funcione o no…

Exacto, son herramientas muy importantes. A mí me fue genial en ese taller, me dio todo un mundo para entender el lenguaje visual, que tiene mucho que ver con la fotografía y la arquitectura incluso. Eso de Guillermo fue muy importante porque hoy son herramientas que tengo y cuando estoy trancada puedo tomar distancia de la obra y analizar qué pasa.

¿Cómo es el proceso de realización de tus obras? ¿Con qué tipo de materiales trabajás?

Además de los materiales desechables, uso muchos elementos de cuando era niña como algunos dibujitos naif. Casi siempre está detrás el tema de la mujer y lo que supuestamente hay que hacer para ser alguien en el mundo. También tomo elementos de álbumes de filatelia, porque mi padre era filatelista y quedó bastante material sin usar. En mis obras se ve mucho lápiz, crayolas, acuarelas. A veces juego con el agua, con lo acuoso en material seco, y uso mucho la palabra. No pretendo que sea literatura, ni que haya una anécdota detrás, la uso como un recurso gráfico. La paleta que manejo espontáneamente siempre llega al mismo lugar: los negros, los marrones, los ocres, los tierra siempre están presentes. A principios de los 80, usaba algodón virgen con lana sobre la tela en el piso: empapaba la lana para que logre un peso y ese ovillo lo iba desenredando para dibujar con él,  después prensaba el algodón con la mano y le ponía color con nogalina.

¿Te sentís más cómoda con esas técnicas o vas experimentando con otras nuevas según la etapa en que te encuentres?

No, he ido experimentando con diferentes cosas nuevas pero básicamente siempre me maneje dentro del grabado, la acuarela, el acrílico, el óleo y también trabajo mucho con el collage. Estas son las cosas básicas y de alguna manera voy oscilando entre una y otra. Desarrollo una obra hasta que llega un momento que se cierra esa serie y me planteo otra cosa. Nunca me predetermino qué hacer, por ejemplo, cuando hago un collage, empiezo por un dibujo, pego un papelito, luego otro, y siempre aparezco en lugares diferentes.

¿Nunca comenzás con una idea concreta?

No, nunca tengo un plan, me va llevando el momento. A veces sí tengo una idea macro, como para esta exposición en el museo que me planteaba algo más libre de tener espacios despojados aprovechando la superficie grande para poder dejar esos espacios en blanco y no saturar todo. Yo siempre trabajo mucho saturando, voy capa sobre capa, pero a veces necesito algo más libre.

¿Cuándo comenzás a interesarte en paisajismo?

Ya de grande, un día un pintor me preguntó si nunca había hecho algo vinculado a jardinería entendiendo mi interés por las plantas, pero ya tenía 50 años. Igualmente, me anoté en un curso en la Escuela Municipal de Jardinería en busca de algo básico y elemental, pero el primer día ya me di cuenta que no era tan sencillo. Probé y me fascinó. Aparte me abrió un mundo, y en un punto, algo del paisajismo se me está colando en la obra, así como aspectos de la obra se reflejan en los diseños de jardinería.

A diferencia de las otras obras, el jardín es una composición viva.

Claro, va evolucionando y vos ya tenés que saber cómo lo hará, cuál será la altura de tal planta. Es un tema muy interesante y creo que me está aportando bastante a la pintura.

Participaste en muchísimos premios de artes visuales, ¿cómo ves la evolución de las políticas de apoyo a la creación artística de los años ´80 a hoy?

Es un tema muy complejo porque de alguna manera acá pasan cosas que también pasan en todas partes del mundo. Lo que sí es diferente es que nuestro país es muy chico y hay ciertas formas de expresión que parecen que lo fuesen todo, no es como en otros lados que todo coexiste. Los que trabajamos en pintura o en grabado, por ejemplo, muchas veces nos sentimos por fuera, incluso de los concursos. Creo que hay como un tendencia a la premiación de ciertas expresiones que en definitiva no muestra la totalidad de lo que pasa. No soy muy optimista al respecto.

A veces también la contraparte puede argumentar que no todos se presentan, que hay gente que se excluye y terminan participando unos pocos que son los mismos de siempre…

Claro, lo que ocurre es que participar es un sacrificio personal y se ponen en juego muchas emociones. A su vez, no interesa únicamente lo que vos presentás, sino cómo, y la verdad es que muchas veces eso pesa más que la propia obra.

¿Qué políticas debería tener el gobierno en apoyo de artes visuales para mostrar más diversidad?

Primero, tendrían que tomar conciencia de que esto está pasando, porque creo que no se sabe o se ignora. Hay algo que se está colando todo el tiempo y tiene que ver más con el mundo del entretenimiento, que es más rápido, más divertido y da menos trabajo.

¿Cómo es posible que en nuestro país tan pequeño no pueda mostrarse esa diversidad?

Creo que no está hecho un relevamiento. Hay mucho de lo que es el mundo del entretenimiento, de causar efecto, que funciona como una fuerza que excluye. También los artistas tenemos nuestra cuota de responsabilidad, aunque considero que no es nuestro trabajo tener que estar batallando contra el sistema. Ojo, hay muchas cosas interesantes y muchas otras que no tienen calidad y que entran en ese paquete. Hay trabajos que deberían ser visibles y no se difunden. Por ejemplo, el tema de los premios. Cuando una obra gana un premio queda en el acervo del país y en cierto modo muestra a nosotros y al exterior cómo son nuestros artistas. La imagen que estamos dando desde hace un tiempo no está del todo buena y tiene que ver con lo que hablábamos antes, con premiaciones que no están vinculadas a la calidad. Cuando hablo de calidad no me refiero a cosas perfectamente ejecutadas. Cuando vos ves una obra sabes si detrás hay un artista o no lo hay.

¿Es un tema generacional o hay una tendencia hacia la “no-calidad”?

Creo que es una tendencia general… Hay algo que va más allá de lo generacional y tiene que ver con cómo está el mundo.

¿Qué factores te dan la calidad en arte?

Es re difícil la pregunta, estamos poniendo en palabras algo que es material y lo visual entra en otro lenguaje. Tiene que ver con el know how de las técnicas que hay detrás de lo visual, de haber visto, de frecuentar. Y por supuesto que también influye la educación. Es subjetivo pero si hay un ojo entrenado se ve desde otro lado, incluso puede haber cosas que a uno no le gustan pero saber que es un buen trabajo. Es importante poder reconocer más allá de los gustos y las sensibilidades personales.

¿Cómo te manejas con las galerías? Como en toda profesión, lo comercial es una arista trascendental y más teniendo en cuenta el clásico divorcio que siempre hubo con la creatividad.

Ahora prácticamente no hay galerías, siempre la he tenido y siento que la necesito. El rol del galerista es muy importante porque a veces al artista se le dificulta mucho el trato con el cliente. Cuando existían, las obras se vendían más, se compraba más, había una generación de profesionales que invertía mucho. Pero los hijos de esa gente en su mayoría no heredaron esa construcción del acervo artístico. En ese sentido, la venta de obra y el deseo de la gente de tener obra bajó. Antes, te llamaban se interesaban por ir al taller y disfrutaban del arte, se daba un vínculo fuerte de entre la persona y la obra. Ahora, muchas veces el móvil de la compra es otro. Me ha pasado que miran la obra fríamente pensando en qué lugar de la casa va a ir, como si lo más importante fuera que combine con el sillón.

¿Qué le aporta una galería a una artista?

Te aporta visibilidad, la posibilidad de ir a ferias internacionales y de llegar a gente que no podes llegar de otro modo, abre toda una cadena de vínculos totalmente diferentes. Aparte, el galerista es el encargado de hacer las relaciones públicas y el lobby, cosa que a los artistas no nos gusta hacer. Sin embargo, hoy no nos queda otra.

¿Se puede vivir del arte en Uruguay?

Está difícil. Durante muchos años lo he hecho, viviendo austeramente, claro. Algunos años complementé con clases pero estuve tiempo solo pintando. Muy bien organizada y dosificando lo que iba vendiendo. Ahora me complementa el tema del paisajismo.

Tuviste muchas experiencias exponiendo fuera, ¿qué te dejó interactuar con gente de otras latitudes y ver cómo se maneja el comercio del arte en otro lugar?

Siempre me sentí muy bien recibida, la obra es bien vista. Además, cuando uno sale con lo propio, se mide bastante. Tuve muy buena devolución de gente que ni siquiera esperaba, porque afuera sos un desconocido que llega a un lugar y se expone a la mirada ajena. Personalmente, siempre salgo con un calorcito en el alma por esa persona que mira tu trabajo como algo valioso.

¿Qué te dejó la experiencia de exponer en el Museo de Artes Visuales?

Trabajé cuatro años y algo para ese proyecto, sin contar todo el tiempo que estuve preparando materiales. Fue algo lindo, me dedique exclusivamente a eso y estuve mucho tiempo encerrada trabajando, a veces sin fines de semana durante meses porque aprovechaba a quedarme concentrada, lo necesitaba. Fueron once obras en formato grande y me gustó poder hacerlo porque, por lo general, no trabajo para cosas concretas. Venía con la idea de querer hacer algo en grande y la devolución de la gente fue muy buena. Después de una muestra tan grande, se te genera algo muy extraño… Sigo ordenando cosas, hay que desligarse para volver a retomar otros trabajos. El balance es muy positivo, tuvimos muchas visitas educativas y las preguntas de los jóvenes son increíbles, es muy bueno ese contacto. Vino la Escuela Figari, algunos grupos de Historia de Arte, otro del Artístico Zorrilla. También, un grupo de Diseño de Indumentaria de la ORT hizo un desarrollo a partir de mi obra, trabajaron en la trama, el color, y fue realmente alucinante. Me invitaron a la presentación y cuando empezaron a sacar las carpetas no lo podía creer. Me sorprendió muchísimo

 

Artista formada en los talleres de Félix Bernasconi(1976), Nelson Ramos (1985) y Guillermo Fernández (1987); cursa la Beca Fullbright «Técnicas de Grabado» con el Profesor David Finkbeiner de la Universidad de Nueva York. Entre 1985 y 2003 ejerce la docencia. En 2009 realiza la Tecnicatura en Jardinería (IM). Ejerce su actividad como paisajista con enfoque interdisciplinario entre arquitectura, arte y paisaje. Desde 1981 participa en numerosas exposiciones colectivas, exponiendo en forma regular en Uruguay y el exterior (Chile, EEUU, Japón, Brasil, Alemania, México y Australia). Su primer muestra individual es del año 1983, habiendo realizado a la fecha once exposiciones de pintura, acuarela y dibujo. Se destaca su constante participación en Salones, Premios, concursos y bienales.
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