Viñoly y el ejercicio de poner en evidencia una normativa fantasma

23/06/2018 | Actualidad

Se dio a conocer la segunda vuelta de proyecto del hotel y condominio promovido por el empresario italiano Giuseppe Cipriani de la mano del Arquitecto Rafael Viñoly.

La nueva propuesta incluye dos torres horizontales perpendiculares entre sí con una altura máxima de 100 metros, la tercera parte de la edificación proyectada originalmente. Según el diario El Observador, el proyecto necesita una excepción en altura hasta ahora inédita. La más amplia que hay aprobada hasta el momento es de casi 90 metros en la parada 17, donde se levanta un desarrollo inmobiliario del empresario argentino Sergio Grosskopf.

Según la propia página de la Intendencia de Maldonado «el jefe comunal señaló que el proyecto “le encanta” porque preserva el ícono y terminará en las revistas internacionales. Dijo sentirse sorprendido fuertemente y destacó que el arquitecto tomó en cuenta las observaciones. Rescató la actitud de saber escuchar y tener un gesto de humildad para avanzar.  Señaló que la obra no impacta en la manzana del San Rafael porque tiene independencia de circulación y jerarquizará la zona que veía a diario como se descascaraba el viejo hotel. Dijo esperar que la aprobación pueda darse prontamente por el bien del departamento y del país».

SOBRE LA PROPUESTA Y LO QUE VISIBILIZA

Si bien se entiende que el rescate de un edificio de la complejidad y escala del antiguo hotel San Rafael cuya conservación se mantiene como premisa –por ahora– implique una ecuación financiera que requiera áreas complementarias comercializables, es un desafío, casi una obligación para el balneario el ahondar sobre los conceptos que diseñen una normativa clara y se transmita transversalmente a todos los sectores.

En toda obra de interés público es imposible conformar a todos, pero sí es necesario que se perciba con claridad meridiana una visión de ciudad, más allá de Viñoly, Cipriani o cualquiera sea el inversor de turno, temas que ya hemos relatado previamente en esta nota.

Así, el territorio del balneario se vuelve un tablero de ajedrez donde se tiran alternativas estratégicamente exageradas y especulativas para ver cuánto puede avanzarse con la normativa vigente (¿cuál de todas?)  y/o con la flexibilidad de quienes evalúan cada propuesta, en una gimnasia que lo único que logra es enturbiar y empobrecer los procesos de gestión y decisión.

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A Viñoly deberíamos agradecerle el ejercicio de plasmar en forma descomunal, y exagerada las posibilidades que brinda una normativa desdibujada. 

Criticarle la forma de los edificios propuestos parece superficial comparado con lo que pone en evidencia: una ausencia de reglas claras y visión de rambla, de ciudad, de preservación de edificios de valor arquitectónico o cultural (llamémosle la Solana del Mar, Poseidón o San Rafael).

Cual cachetada en la cara nos están gritando que eso puede hacerse según nuestras propias reglas de juego y nosotros atacamos al autor. ¿No sería mucho más eficiente mirar hacia adentro y preguntarnos por qué pasa eso?

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Leámoslo como la consecuencia de algo que no está funcionando como debe en un organismo. Eso es el sarpullido que sale cuando algo nos cae mal. Si solo nos rascamos y maldecimos el problema empeora. Hay que traer al médico para que diagnostique, cure, y hacer los deberes. De lo contrario vendrán más sarpullidos. Como el proyecto que propone hacer un conjunto de cuatro plantas de altura que supone cerca de 13.000 metros cuadrados, más un hotel de 10 bloques de tres pisos cada uno, lo que suma un total aproximado de 40.000 metros cuadrados edificados. Todo eso en un área protegida de la Laguna Garzón.

¿Vamos a seguir criticando propuestas y sometiendo normativas a votaciones o tomamos medidas con la suficiente profundidad y alcance para ordenar un desmadre a estas alturas evidente? Porque si hay gente que por acá no acusa recibo de ese desorden, parece que desde afuera es evidente y lo dibujan en forma de nave espacial, sin mencionar los memes humorísticos que ya son incontables a nivel local.

Va siendo hora de dejar de ser banco de pruebas de humoristas o inversores, de dejar de gestionar por ensayo y error, de tantear opinión pública o solvencia detrás de carpetas para dibujar el paisaje de una ciudad que merece mucho más que eso.

Basta recordar algunas cifras:

_ Punta del Este es el principal balneario en aporte de divisas por US$ 550 millones en los 3 meses del verano, llegando en años como 2017 a 1.000 millones en todo el año.

_ Hay permisos gestionados por 850.000m2 a un valor promedio de U$S 3500m2

_ En el 2017 el balneario generó U$S 800 millones en inversiones inmobiliarias.

El peor escenario no es que se construya un rascacielos de 300m de alto o rascasuelos de 300 de largo sino que Cipriani y Viñoly se cansen de manipulaciones de opinión pública, y reglas cambiantes y se vayan con sus propuestas a otro lugar. ¿Por qué? Porque sienta un precedente frente a inversores internacionales, y cuando las reglas no son claras puede prestar a confusión y pensarse que estas tienen precio, lo cual conviene a muy pocos y daña a muchos, comenzando por la imagen del país.

Otra inmediata y corta conclusión es que oponerse a los proyectos de esta escala es ir en contra del progreso. Se trata de ponerle reglas claras a ese progreso para que la ciudad crezca en forma sólida y no a la deriva. Si los de acá no entendemos las reglas, mal puede hacerlo alguien de afuera.

En management hay un dicho que reza que si podés explicarle un proceso o un proyecto a tu abuela y lo entiende quiere decir que está pronto para ser difundido. No creo que nadie de fuera de la Junta o IDM pueda realmente explicar la visión de la ciudad a largo plazo, ni una normativa que hace un mes tenía 30m de altura, luego 70, se evalúan 300 y queda en 100.

Se trata de no esperar soluciones desde afuera: ni un arquitecto de talla internacional que resuelva en su proyecto todas las tensiones que afloran en estos procesos con un formato que además conforme a 3 millones de urbanistas (cuando se cansan de ser DTs), o que un inversor por sí solo atraiga turismo todo el año o dé trabajo de por vida.

Si hay funcionarios que nos leen y entienden que la situación dista de la planteada acá, deben entender que si no se percibe la realidad y se especula es porque no hay suficiente información o los canales no son los adecuados, lo cual es doblemente inoperante e improductivo para todos los frentes.

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SOBRE EL DEBATE ARQUITECTÓNICO

La arquitectura es claramente una disciplina que nos afecta a todos y dentro de la cual pasamos el 90% de nuestro tiempo, pero ese protagonismo no se ve reflejado en la cantidad, calidad o variedad informativa a la que accede el público en general.

Eso supondría tener a la disciplina en una agenda informativa que permita el debate en forma permanente y no solamente cuando suceden casos extremos como es el que nos ocupa. El que el debate de arquitectura de ciudad trascienda los muros de la Academia o de las Intendencias o funcionarios que resuelven en claustro y con votos políticos el paisaje que nos afecta a todos es una condición para mejorar la calidad de los edificios y espacios públicos en nuestro país.

Cuando la información drene conceptos a gente no formada en la materia, permitirá que el ciudadano valore ejemplos bien logrados de todas las épocas, se exija más a los profesionales, y a los gobernantes en instancias de contralor.

Así como la ecología, hasta hace años un concepto teórico y poco asociable con rutinas diarias prendió en la sociedad a fuerza de reiterarlo desde los medios a los kindergarden, desde los gobiernos departamentales o municipales a acciones particulares y hoy está firmemente instalado en la cultura colectiva, sería tiempo de cultivar a legos y ajenos (sobre todo aquellos que no ejercen pero sí deciden)  acerca de los factores que hacen a la buena arquitectura y sus efectos inmediatos en ámbitos comerciales, de imagen, calidad urbana, pertenencia a una comunidad y marketing global.

Es necesario entonces:

_ GESTION URBANA SÓLIDA

Es necesario contar con premisas claras y normativas que sean un faro que guíen los proyectos y no una plasticina que se acomode a ellos. (Si existen, no hay difusión clara de las mismas lo cual anula su objetivo) No quiere decir que sea estática pero el dinamismo debe ir de la mano de un objetivo claro a largo plazo.

_ TRANSPARENCIA E INFORMACIÓN

Meses de demora en pedidos de información a oficinas municipales, enclaustrar los procesos en ámbitos cerrados o restringidos sin mecanismos de difusión aceitados son inadmisibles en gestiones modernas, máxime en contextos de tecnologías de información abundantes y democráticos.

_ EDUCACIÓN

Acciones de educación de conceptos de patrimonio, ciudad, valores de arquitectura generales deben ser instalados en órbitas de enseñanza primaria. Esos alumnos al crecer pueden no ser arquitectos, pero pueden ser comerciantes que evalúen proyectos para su empresa o gobernantes que definen con su voto político el permiso para un proyecto de gran escala.

Sin estos tres factores que hoy en día están ausentes o mal comunicados mal podremos aspirar a dejar de ser el patio de recreo (o de lavado) de inversores o arquitectos con estrellas que lo único que hacen es jugar en una cancha mal dibujada, con reglas de juego ambiguas y cambiantes solo porque se les permite hacerlo.

Hagámosle honor al ideario artiguista de “nada podemos esperar sino de nosotros mismos” y construyamos nuestro propio destino, y las ciudades con nuestras propias reglas, y compartámoslas con quienes se debe rendir cuentas.

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