Garzón: un pueblo con arte para disfrutar al ritmo de este verano
¡Llegó el verano! Una de las pocas certezas que tenemos este año. Y mientras nos movemos poco y con cuidado, es bueno organizarse una salida interesante, segura, donde podamos disfrutar del espacio abierto y el ritmo sin prisas que se impone en las vacaciones.
Un pueblo que naturalmente tiene esa cadencia es Garzón.
Con menos de 200 habitantes, las anchas y vacías calles de balasto, dan la bienvenida a los eventuales curiosos que se acercan.
Dos caminos conducen al pueblo -ambos asfaltados-. Uno, Arcos del Sol, es una serpenteante ruta entre viñedos y olivares. Pueden aprovechar para conocer la Bodega Garzón, de espléndida y premiada arquitectura y con su topísimo restaurant. Por el otro camino, encontrarán Tierras Garzón, un parque de esculturas de la Fundación Pablo Atchugarry.
En el centro del pueblo, a una cuadra de la plaza, Black Gallery propone la muestra de Martín Pelenur curada por la Arq. Gabriela Pallares, a inaugurarse el próximo sábado 16 de enero.
“La Pintura es un bicho herido”
Según palabras del artista:
“La Pintura es un bicho herido”. Es un bicho herido que no muere, es inmortal, es infinita. Es elíptica, cuando llega a su máximo, vuelve a empezar.
Nosotros, los pintores, intentamos, deseamos con pasión ferviente, seguir esa trayectoria, por eso, cuando nos desviamos, se nota y es triste.
La Pintura es un bicho herido, se le ven las heridas, húmedas, moradas y tufientas. Ese bicho sigue ahí, te mira, te interpela a qué lo sigas mirando. Profundos ojos negros de animal alerta.
En este año tan paradójico, así me re encontré con La Pintura, volví a su elipsis, luego de finalizar un ciclo de pintar determinístico, en el cual las obras estaban prontas antes de empezar.
Ahora el vínculo es otro, es íntimo, un entrar y salir permanente hasta que paras de pintar.
Ryman decía que los pintores intentan resolver problemas, problemas estéticos, y bueno esta serie que presento habla de eso, de ese bicho que uno trata de curar en vano para poder prolongar una vida finita ante lo inmortal.
Martin Pelenur
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Según su curadora:
Martín tenía hasta ahora, la cualidad aspiracional de muchos artistas cuyas obras delatan su autoría por sí solas, sólo con ver los trazos, la base cromática, o la composición general. En su caso, la base estrictamente geométrica, ortogonal, ocasionalmente rota con curvas más expresivas que se negaban a seguir el modelo de patterns perfectamente calculados, tal vez un gaje del oficio desplazado de su formación preliminar en economía. Pero esa cualidad podría agotarse en sí misma si se estanca y reitera sin nuevas propuestas que sorprendan. Como esos cantantes que crecen con nosotros y siempre les escuchamos interpretar el mismo par de canciones.
En este caso, esas infinitas variaciones y combinaciones lineales fueron ablandándose y tomando vidas propias, en cuanto a color, trazos, exploración de materiales y composición hasta consolidar una muestra que parece ajena y sin embargo es una transición lógica hacia algo que evoluciona. Y lo hace en una suerte de trayectoria elíptica que se nutre de experiencias pasadas, inspiraciones del presente y ánimo de trascendencia hacia el futuro, para volver a empezar otros ciclos, en otros lugares, otras edades, contextos y soportes.
Culminando un año singular, donde cada uno puso a prueba su capacidad de reinvención, de volcarse hacia el interior y sacar hacia afuera nuevas expresiones y gestos, vemos en esta muestra, un claro movimiento de estructuras.
Resurge así, una intención de abandonar por un rato la rigidez compositiva de clara premeditación y cálculos, para abrazar cierta improvisación en los trazos y libertad en la paleta, si bien a nivel macro mantiene el equilibrio formal y la coherencia geométrica, aunque en una escala diferente.
Mirándolo con ojos de arquitecta, algunas de sus obras anteriores podrían asemejarse a plantas de edificios solemnes clásicos, casi palladianos con pavimentos simétricos perfectamente calculados, y las de ahora, a pabellones de líneas contemporáneas, abiertas, de planta flexible y envolventes de colores radiantes.
En todo caso, esta colección, aunque acotada, permite desde ya, ver el potencial de evolución y crecimiento artístico que refleja un momento único e irrepetible tanto a nivel personal como global.
Algo así como una necesidad de romper barreras, desdibujar límites y fronteras mientras se buscan otros horizontes, al tiempo que nos instala el deseo de saber qué viene después.
Arq. Gabriela Pallares
Mercedes Sader
Black Gallery
Paso del Sauce y La Cantera, Pueblo Garzón
Por consultas y para agendar visitas guiadas
Instagram: Black.gallery / Tel. 099 373 651