Pedro Livni | Portfolio de obras de carácter, contrastes y riesgos

28/10/2018 | Actualidad

Pedro Livni | Portfolio de obras de carácter, contrastes y riesgos

28/10/18Actualidad, Arquitectura, Destacados, Perfiles, Portfolio

Pedro Livni | Portfolio de obras de carácter, contrastes y riesgos

28/10/18 | Actualidad, Arquitectura, Destacados, Perfiles, Portfolio

Pedro Livni es uno de los nombres más reconocidos en el ámbito de la arquitectura local. Tiene la virtud de una trayectoria con obras sorprendentes en detalles, terminaciones o juegos volumétricos que hacen que cada producto de su firma, mayormente de pequeña y mediana escala, sea sino identificable con un estilo, claramente diferenciable en su entorno urbano.

Pedro tiene formación en arquitectura pero también en arte en el taller de Nelson Ramos. Es profesor agregado grado IV en la Facultad de Arquitectura en Uruguay y dirige el Estudio que lleva su nombre. Ha sido curador del Pabellón Uruguayo en la Bienal de Arquitectura de Venecia y acreedor de numerosos reconocimientos, entre ellos destaca el haber quedado finalista en el concurso para la sede del Nuevo Museo de la Bauhaus en Dessau.

En el año 2002, egresa de la FADU UdelaR con el título de arquitecto ya habiendo trabajado como ayudante docente en la universidad, y en 2011, obtiene al grado de magister de la Pontificia Universidad Católica de Chile, tras ganar una beca. Luego de haber logrado premios por obras realizadas en la Bienal Internacional de Arquitectura de Miami (2005) y Quito (2006), en la actualidad Pedro divide sus días entre la facultad, los proyectos de su oficina, clases y exposiciones en el exterior.

Nos recibe en su estudio: un lugar luminoso, con obras de arte de su autoría, amigos y maestros, libros de arquitectura y diseño, piezas de esas que a los creativos nos gusta tener cerca por eso de la inspiración y tal vez, recuerdos de algún viaje.

¿Cómo fueron los inicios profesionales?

Empecé como ayudante a dar clases en el año 2000, antes de recibirme, y un tiempo después viajé a Estados Unidos para trabajar en un proyecto de una licitación internacional que ganamos pero que finalmente se anuló por la crisis. Me gradué en 2002, plena crisis, y de a poco comencé a insertarme en el mercado. Estuve en gerenciamiento de obra, hice algunos locales comerciales, reformas de casas y di clases. Pero en un momento me cuestioné mucho mi presente y decidí tomar distancia haciendo un viaje mayormente cultural a Europa por cuatro o cinco meses. Ese viaje me permitió tomar un respiro y a la vuelta gané una beca del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile para estudiantes extranjeros. Me fui de nuevo, esta vez por dos años y medio a hacer una maestría a la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica en Santiago, que es una universidad muy buena, también bastante elitista pero con una apuesta muy fuerte por la calidad. Durante ese tiempo, me pasé adentro de la biblioteca, volví a leer y terminé la maestría de proyecto de arquitectura con especialización en historia y crítica. Cuando llegué, lo hice sin trabajo y sin plata, pero con un socio, Gonzalo. Con él, desarrollamos un proyecto editorial y crítica “vostokproject” que fue muy bien recibido.

¿Qué proyectos marcaron tu carrera?

La obra del gimnasio YOU en el Montevideo Shopping, que realicé asociado con el Estudio Guerra De Rossa, fue muy importante y me permitió en lo personal hacer un quiebre dentro de lo que venía haciendo. A partir de esa obra surgieron otras consideraciones, era otra escala: más de 1.200 metros cuadrados trabajados con un hincapié muy fuerte en la condición material, puro vidrio en los cerramientos verticales, hormigón crudo existente en los cielos pintado de negro y piso de madera. Logramos construir un submundo bastante particular dentro del shopping. Era el proyecto más grande para mí hasta entonces y tuve la suerte de hacer ese proyecto con Fernando De Rossa, que es un arquitecto genial sumado a que el comitente nos dio muchas libertades. Después, ya regresado de mi periplo por Santiago, vinieron obras como la “casa MD” y “La Linda” que, para mí en lo personal, fueron proyectos con muchísimas satisfacciones. La Linda tuvo la particularidad que se trató de una intervención bastante radical y sin concesiones sobre una casa con alto grado de protección patrimonial. Significó la posibilidad de una obra de arquitectura con una cantidad de cuidados en su confección. La casa mantuvo su esencia respetada al máximo en su frente, pero intervenida de forma dramática incorporando el área de producción totalmente abierta en su jardín posterior.

Finalizada a comienzo de este año, la obra en la calle Isla de Flores consistió en el reciclaje de un antiguo depósito del que mantuvimos parte de la estructura. La fachada se hizo nueva y los vanos, manteniendo la idea de ventana, se sacaron hacia fuera del plano de fachada, un detalle constructivo bastante complicado. De este modo se intenta generar una “ruptura amigable” con el ritmo y la condición doméstica de las casas de la cuadra. Al ingresar, te recibe un hall de triple altura ocupado por una escalera de chapa negra que envuelve la caja del ascensor totalmente vidriada.

Una vez que te presentan el desafío, ¿cómo es el proceso para comenzar a trabajar en el proyecto?

Primero se define algo así como una lista de necesidades, de almacenero, para que sea más sencillo de entender: si es un local, saber qué se vende, si es una casa qué cantidad de dormitorios, cuántos metros cuadrados, cómo es la vida que va a proponer, para cuántos años está pensada, cuáles son los medios disponibles para su realización…

En esta instancia de definición y tratamiento de la idea, trato de pedirles a los clientes el mayor tiempo posible para pensar y avanzar, tomar distancia, volver y volver a revisar el proyecto. Soy un convencido que cuanto mayor sea el tiempo dedicado en forma concentrada a un proyecto, este se refleja luego en el proceso de obra y en el resultado. Estamos acostumbrados a sacar el trabajo en serie en muy poco tiempo presionados por el comitente y las dinámicas del mercado, pero si uno no marca las reglas, pondera, evalúa, descansa, vuelve a revisar, corrige y rehace un proyecto, entonces luego pueden salir mal cosas sólidas. Debe ser de esa manera: analizado como merece y proyectado con cariño y dedicación.

¿Cómo organizas tu trabajo?

Tengo un estudio en el que me manejo, dentro de lo posible, con los proyectos que elijo trabajar. El poder decir que no a algunas cosas tiene su costo y no es siempre viable, y la puja por los honorarios es muy dolorosa. Si acá querés hacer cosas que tengan una aspiración cultural o disciplinar, es muy difícil porque lo que se espera es que solo se cumpla la consigna desde el punto de vista de la eficiencia y la única valoración sobre lo que se hace es en términos de que cierre el “negocio”.

Si vos pretendes trabajar de cierta manera, hay que entender que existen determinados costos, un tire afloje complejo porque hay muchos arquitectos en la plaza y está todo muy devaluado. Lamentablemente la arquitectura no tiene la consideración social de otros tiempos y se están haciendo muchas cosas de variada calidad.

¿Lo percibís como algo que pasa solo acá o que es transversal a otros países o latitudes?

No lo tengo tan asimilado, pero lo que sucede acá es que tampoco hay un medio que acompañe: no existen publicaciones ni un aparato crítico que establezca una postura con respecto a lo que hacemos. Lo poco que pasa queda encerrado en la academia y no llega a tener influencia en la sociedad. Las críticas son opiniones, entonces aparecen casos como lo que sucedió en torno al Cantegril o Viñoly, discusiones que no se centran en el problema real. Lo del Dique Maguá, por ejemplo, giró en torno al tema de López Mena sí, López Mena no, venta del suelo sí, venta del suelo no. Pero la discusión debería haber sido en relación al proyecto y el lugar específico de emplazamiento desde hace ya muchos años en un estado de deterioro penoso. Las interrogantes deberían ser si es adecuado un puerto de pasajeros en ese lugar, qué tipo de puerto de pasajeros le podría venir bien a la ciudad, cuáles son los elementos patrimoniales a cautelar… Tenemos que ser conscientes de que toda la rambla y el todo el perfil costero de ese sector de la ciudad fue una construcción de nueva planta. Es como entender que el patrimonio no se puede construir, y si el proyecto está bien, ¿por qué no?

Y a veces sucede que si el patrimonio no lo terminás perdiendo por venta, lo perdés por omisión de un Estado que no tiene recursos para ocuparse de él…  

El patrimonio se construye, no es una cosa que puede cancelarse a futuro, sino no avanzaría. Se debe discutir sobre el proyecto, el valor del suelo y sus usos. Un buen proyecto en el sector del Dique Mauá sería genial para la ciudad. Hoy en día es muy difícil establecer discusiones sobre las cosas; lo que pasa actualmente es que desplazada la “teoría crítica” por la “post teoría” ya no se juzgan los proyectos a partir de cierto marco de referencia externo que los interpela, sino que la teoría y los criterios de su formulación se dan a partir de los proyectos. Es decir, está la crítica más tradicional con ciertos marcos de referencia para interpelar al objeto, y la nueva crítica que parte del proyecto para establecer un argumento autolegitimador. Son muy complicados los tiempos que corren, todo se mide en relación a los ingresos y datos cuantitativos, ya no somos ciudadanos sino meros consumidores. Las preguntas que uno debería hacerse en relación a la arquitectura y al espacio público muchas veces comienzan a quedar fuera por otros criterios de valoración.

¿Cuál es el debate que deberían transitar estos proyectos como el de Viñoly o Mauá?

El Dique Mauá es un proyecto especial para un programa especial, pero en relación a la propuesta debería evaluarse si la escala está bien con respecto a la ciudad. En el caso de Viñoly, hay una normativa que te dice lo que podes hacer y lo que no. No sé por qué ese señor estaría habilitado a hacer cualquier cosa, exacerbando la condición de lujo y pautando desde la condición icónica del proyecto el paisaje de gran parte de Punta del Este. Una condición que debería estar más regida por lo público. Además, si uno lo evalúa en sus términos, el proyecto me parece muy malo.

Otro tema importante, es que Uruguay no da acceso a obra pública. No se concursa para construir escuelas, liceos, universidades y demás edificios públicos. Los proyectos con ese presupuesto deberían concursarse porque eso permite tener un acceso democrático a la obra pública con resultados de mayor calidad. Me parece un tema sustancial en lo que a nuestra disciplina atañe, es lo único que permitiría un debate teórico y disciplinar desde la práctica. Se hacen una cantidad de edificios educativos (entre muchos otros) que si se abrieran a concurso, se establecería una dinámica que empezaría a girar sola y habría una mayor cantidad de arquitectos con posibilidad de acceder a la obra pública.

Aparte, al entrar en la contienda de concurso de proyecto, automáticamente se establece una discusión en relación al elegido y el resto de los que están en la contienda. Y eso es muy enriquecedor para la ciudad y la disciplina. Es increíble que la ampliación de la Facultad de Arquitectura no sea por concurso. Y más increíble es ver la propuesta de ampliación que estaba prevista que no tiene ninguna justificación para hacer algo tan absurdo. Un edificio elevado que perpetua una serie de situaciones bastante desafortunadas en su debajo. Por suerte ese proyecto esta parado.

¿Cómo evaluás la actualidad de la Facultad de Arquitectura?

Creo que el nuevo plan explotó la carrera y hay mayor ausencia de contenidos reales. Todavía me resulta muy complejo entenderlo, y lo digo perteneciendo a la facultad. He tenido la suerte de viajar bastante, sobre todo en plan académico, y en ningún centro las cosas discurren por estos lados. Entonces la pregunta es a quién estamos mirando… Quizás tenemos tan claras las cosas que no necesitamos mirar a nadie.

¿Cómo ves el nivel con respecto a los lugares en los que te toca interactuar?

Más allá de que la formación académica de los arquitectos viene en un paulatino deterioro, todavía la media de los profesionales que se forman acá es buena en términos regionales. En el nivel alto es más bajo que lo alto de las buenas universidades, y el nivel bajo está bajo de verdad.

Un alumno de nuestra facultad puede perder un examen 50 veces que no pasa nada, puede cursar un mismo curso 100 veces, que no pasa nada. Hay arquitectos que se reciben con escolaridad negativa. Siempre hablamos de los derechos de los estudiantes que tienen que ver con tener acceso gratuito e ilimitado a las universidades -algo básico que no se da en todas partes del mundo y que es innegociable- pero también deberíamos preguntar cuáles son sus obligaciones: ¿Cuántas veces podés perder un examen? ¿Cuál es el promedio aproximado de escolaridad que debes mantener? ¿Te podés recibir con una escolaridad negativa? Son preguntas entre derechos y obligaciones que por lo menos deberían abordarse.

¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

Ahora estoy con un proyecto mixto que incluye oficinas para una emisora radial, un pequeño teatro y un restaurante. La zona de la ciudad es muy linda y la planta baja va a tener un carácter predominantemente cultural con directa interacción con el espacio público de la calle. En las plantas superiores se van a emplazar las oficinas. También estoy dando clases en Buenos Aires en la Universidad Torcuarto Di Tella donde tengo una próxima exposición de mi trabajo.

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Un recorrido fotográfico por sus obras deja en evidencia los riesgos que toma para obtener resultados fuera de lo común:

En YOU, proyecto en colaboración con el Estudio Guerra De Rossa, un espacio de fitness con terminaciones y preocupaciones estéticas que hasta el momento de su realización no eran aprovechadas en ese rubro.

En la casa de la calle Libertad en conjunto con Karin Bia logró en un terreno con mayores dimensiones una articulación y flexibilidad de integración de espacios en una estética contemporánea y luminosidad extremas.

La Linda Bakery supuso quizás su mayor quiebre en el concepto de reforma para uso comercial respetando firmemente la fachada frontal, reutilizando materiales en los interiores integrados y una cirugía de ampliación mayor en su retiro posterior con una solución estética contrastante con el estilo de chalet típico de Carrasco al cual se adosaba cual prótesis funcional del resto del edificio.

En la Casa MD, una obra condicionada doblemente por sus dimensiones acotadas y su ubicación en esquina, posó un volumen extra sobre su azotea que lejos de mimetizarlo, lo trató en forma diferencial en apertura de fachada, tratamiento de la misma e inclinación con respecto a los límites del predio. Tiene otras piezas inferiores como una escalera lineal o un pilar de doble apoyo que sin duda hacen al carácter único de esa vivienda que desde su proyecto aspiró a más.

Las oficinas en la calle Isla de Flores son tan discretas dentro de su escala por fuera, como impactantes por dentro. El espacio es un volumen exdepósito de tipo galpón con nulo atractivo el cual fue intervenido con tres niveles de espacios que se interrumpen ante una triple altura inicial o un patio intermedio.

En los locales Benson & Thomas hay una intención modular y estandarizando una imagen comercial sin abandonar preocupaciones formales contrastando maderas claras con vetas y cielorrasos oscuros.

 

Fotos: Federico Cairoli, excepto obra «La Linda» por Javier Agustín Rojas y locales «Benson & Thomas por Marcos Guiponi

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