Mapa Arquitectos: Take a walk on the wild side

12/12/2018 | Actualidad

Mapa Arquitectos: Take a walk on the wild side

12/12/18Actualidad, Arquitectura, Destacados, Perfiles, Portfolio

La oficina es tan singular como luminosa y amigable. Desde la proa de uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, esta mitad de un colectivo transnacional de arquitectos pone arquitectura de factura regional en el mapa mundial. Y lo hacen con varios factores diferenciales: un concepto singular en el diseño, una alineación fina pero a la vez con identidad propia a tendencias globales y una sofisticada, constante y ardua labor de difusión en medios internacionales.

Los arquitectos de la rama local de Mapa son jóvenes, llenos de energía, generosos con su información,  claros en sus conceptos y ambiciosos en sus alcances.

Con sede en Montevideo y Porto Alegre, el estudio tomó relevancia por su obra insignia, Sacromonte Hotel, demostrando que una buena gestión en los medios de prensa es uno de los factores más importantes a la hora de visibilizar un buen proyecto, pero también lo es el pensar fuera de esquemas, proponer soluciones arriesgadas y estimular la atracción de clientes audaces.

Internacionalmente, han tenido repercusión en distintas publicaciones de renombre en las que no solo han hecho trascender el talento de la firma, sino una nueva concepción de la arquitectura como commodity de exportación basada en el trasporte. Y es que a partir de su doble disposición geográfica, rompen los límites de formatos convencionales para apostar a experiencias exploratorias en las que el paisaje es protagonista junto a la obra, y la forma sigue a la experiencia del lugar y no necesariamente a la función, sea en la latitud que sea.

En la disciplina no son pocos quienes caen en el vicio de seguir tendencias, con lugares comunes que llevan a estéticas muy similares, y eso sucede urbi et orbi. Entender la obra como parte de un contexto es una premisa que cualquier estudiante de primeros años de carrera conoce, pero aún así no siempre resulta aplicable en la práctica profesional. Sin embargo, Mapa invita a conocer un lenguaje innovador en el que el proyecto se unifica con el paisaje pero mantiene su identidad y contraste creando un espacio de transición entre lo interior y lo exterior.

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Trascendieron por un proyecto hotelero de mini estructuras posadas sobre terrenos agrestes, y podría haberse plateado un único edificio de mayor porte y posibilidades formales. Sin embargo eligieron el camino del riesgo, XS, de austeridad y síntesis, pero también el de la elegancia sin ostentación y las posibilidades de multiplicación infinita en tiempo y espacio.

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¿Cómo tomaron la decisión de asociarse con Brasil?

Acá es cuando nos viene el uruguayo melancólico y empezamos a decir que somos hijos de la crisis 2002. Salimos a una práctica profesional con cero posibilidades de trabajo, no podías si quiera formar parte de un equipo. Aún en facultad, y previendo el tema nos contactarnos con nuestros actuales socios. A partir de allí, surgen muchos lazos y nos dimos cuenta que sumaba ser extranjero para opinar de proyectos en otro país y viceversa. Luego, compartimos viajes, concursos y eso desencadenó más trabajos y una relación mucho más cercana. Fue todo dándose de forma muy natural, sentimos que sumaba esta cuestión más colectiva de pensar la arquitectura no desde la individualidad sino en equipo.

¿Qué le suma a Mapa esta ala externa complementaria?

La arquitectura brasilera está muy marcada por la escuela carioca y la paulista, aunque también hay una corriente nueva mucho más industrializada e independiente. Creemos que la mirada externa ayuda porque estamos por fuera de esas líneas tan polarizadas. Opinamos fuera de la lógica de esos lenguajes establecidos. El extranjero opina desde otro lugar y ayuda a marcar identidad desde otras opciones y no desde los mismos extremos.

¿La doble sede puede incidir en la internacionalización del estudio?

Sí, claro. Hoy en día, intentamos posicionarnos como un estudio local con una pata en Brasil, que por más que ahora esté disminuido es un gran mercado. Actualmente, tenemos más presencia en Uruguay, pero la palabra internacionalización ha sido el foco de todo 2018 y será el de 2019. Está entre nuestras metas fundamentales y lo tenemos claro como estrategia.

¿Qué tipo de recursos utilizan para lograr esa difusión: concursos, lobby, relaciones públicas?

Trabajamos mucho en concursos, aunque últimamente nos enfocamos en encargos directos de clientes que son cada vez más específicos, y por suerte, habituales. El boca a boca juega un rol importantísimo porque empieza a direccionar la práctica del estudio hacia determinados clientes. El desarrollo de Sacromonte Hotel en Maldonado nos permitió una gran difusión, y a su vez, eso nos ha llevado a programas de similares características. Fijate que nos llamaron de Nueva York diciendo “vi el trabajo de Sacromonte y quiero hacer algo parecido”, de Noruega, o de las Islas Azores. Increíble.

¿En qué los nutrió haber participado en tantos concursos?

El concurso nos ayudó mucho a profesionalizarnos, a armar equipo, a tener cintura de cambio de escalas. Ganamos uno muy grande en Conaprole, fuimos finalistas del Antel Arena… Atando cabos, entendemos que esa capacidad de dar respuestas arquitectónicas específicas a cada problema tiene mucho que ver con aquellas experiencias porque es difícil hacer calzar un lenguaje previo en el concurso, pero a la inversa, viéndolo en retrospectiva,  ayudó a estar preparados para desafíos mayores, fue un ejercicio para resolver proyectos muy complejos en poco tiempo.

Lograron posicionarse como un estudio con características muy propias que trabaja con un concepto de modulación y cabinas, con diseños austeros y optimizando recursos. ¿Cómo lograron construir esa identidad?

Hace poco dimos una charla que tiene que ver con los paisajes y arquitectura más abstracta. Empezamos a proyectar con prefabricación interactuando con paisajes de alta naturalidad y nos dimos cuenta que había un asunto nuevo y muy potente que nos llevó a sentar bases teóricas propias. Estos temas abstractos mucho más acotados en tamaño, proveen refugio, así le llamamos. Tuvimos la suerte de escribir esos textos, y a partir de entonces, armamos un compendio de cuestiones más teóricas que tienen que ver con estos artefactos que se arman en un sitio controlado y en un acto muy intenso y puntual,  terminan existiendo en un paisaje, generando una nueva simbiosis con significados totalmente nuevos. Tu habitar se completa con el paisaje en su totalidad, y por eso son espacios tan chiquitos. Se trata de lograr esas dos entidades: por un lado, lo remoto del lugar con poca intervención del hombre, y por el otro, el objeto en sí mismo, unidos en una  relación complementaria. Esas dos cosas son replicables, son dos ingredientes de una misma receta que nos permite estar trabajando esa misma agenda en Maldonado o en Berlín.

Al respecto, desarrollamos MINIMOD, que es una exploración que comenzó en el 2008 por propio interés del estudio, realizando un prototipo autofinanciado y que ha devenido una familia de  productos que se puede vender a diversas partes del mundo. (en nuestra web figuran ejemplos como MINIMOD Catuçaba y MINIMOD Curucaca). Se trata de una colección de dispositivos prefab pensados para poder adaptarse a cualquier tipo de cliente-explorador y a cualquier tipo de paisaje remoto.

 

¿Cómo trascienden las corrientes arquitectónicas que son tendencia pero distinguiéndose con un carácter propio?

Nosotros intentamos no tener un lenguaje característico, queremos reaccionar al contexto y al paisaje. El volumen es el máximo tamaño transportable y estos «bichitos» son intensos. Trabajamos con proyectos tanto rurales como urbanos. Ahora en una lógica constructiva de ensamblaje, acabamos de construir un parking con ensamblaje de componentes y tenemos otros proyectos desarrollados con cierto hilo conductor que no es precisamente el formal. En todos se aplica una habilidad desarrollada en nuestra época de concursos para leer los problemas. Cada proyecto lee cuestiones y responde a ellas. Si nos enfocamos en Sacromonte, quisimos lograr una vidriera que generara la doble experiencia de sentirse dentro y fuera del lugar a la vez, para optimizar ese contacto con el paisaje. La forma parte de la experiencia del usuario y de la logística necesaria para insertarlo en el paisaje. O si hablamos de un proyecto de parking más pesado, decidimos no alinearnos a la normativa y como resultado generamos una plaza triangular para el barrio. Entonces, un lugar pensado para guardar autos ahora es algo que da una experiencia en la ciudad y eso tiene un valor agregado inusual en su rubro.

Es una reversión de la arquitectura pensada como tal: usualmente se parte de una forma conceptual, de un estilo a regirse, y aquí la premisa es el uso interior. Apartarse del común denominador no es tarea sencilla, pero ustedes parecen lograrlo.

Hoy en día, el lenguaje arquitectónico y visual es muy efímero, entonces atarte a un lenguaje es correr el riesgo de caducar rápidamente. Cuando hablamos del interior y la transportabilidad de esto, también hablamos de readaptarnos al contexto. En un proyecto que tuvimos que hacer en Nueva York, empezamos a trabajar con techos inclinados por la carga de nieve. Entonces la cosa cambia: la envolvente se transforma en esto porque la carga de nieve es muy potente. Si hubiéramos querido transportar el lenguaje de Sacromonte para allá, no hubiéramos podido. A la hora de recibir o proponer un proyecto, nos gusta meternos en otras lecturas o necesidades del usuario y el entorno y empezar a plantear temas que permitan ampliar la experiencia. Una de las condicionantes más fuertes para un arquitecto es la viabilidad y la performance, y estos dispositivos que tienen el elemento paisaje sin la condicionante de la habitabilidad, son mucho más libres y expresivos.

Es una forma de entender que la arquitectura no solo salva una necesidad estrictamente, sino que genera experiencias diferentes según se resuelva…

Sí, para nosotros el tema de la experiencia, el ambiente y cómo estos elementos conviven entre sí, es fundamental. Siempre pensamos en visitar los lugares, pasamos mucho tiempo allí, y hay una cuestión de sensibilidad muy presente.

¿Qué les pidió el cliente de Sacromonte en las primeras reuniones?

Quería algo bien diferente. Nos involucramos mucho con los emprendimientos y tratamos de ser cómplices, entendiendo desde dónde lo podemos ayudar. Muchas veces, nos vienen a buscar con un planteo que no es el que necesitan. El proyecto de Sacromonte tiene dos fases y la próxima incluye la incorporación de diez nuevas cabinas con otro concepto, una recepción, un restaurante, y un espacio de degustación de vinos…

Fue un salto importante a esa internacionalización tan buscada. ¿Tenían conciencia de lo que estaban generando a nivel de reconocimiento de prensa internacional?

Hemos armado una estructura de vínculos con medios que nos permite tener estos contactos y resultados. Y es una difusión que también le sirve a los dueños porque se traduce en visitas y huéspedes. Le da un valor extra a la obra y es un trabajo que lo generamos desde adentro, cultivando otros vínculos. Creemos que esa repercusión en publicaciones locales y extranjeras es parte inherente de nuestro estudio.

¿Qué les trae esa difusión internacional de publicaciones, entrevistas de afuera y gente que quiere conocerlos?

Lo que pasa con lo prefabricado y la difusión es que el cliente final entiende que estos objetos pueden llegar hasta donde sea que se encuentre. La visión que tenemos del mundo es que todo queda lejos, pero el tránsito de bienes es mucho más dinámico de lo que parece. Ahora tenemos un proyecto de la casa en Los Ángeles donde es indispensable que haya un arquitecto local que nos guíe en normativas, y nos nutre mucho porque tiene que ver con lo que decíamos de los extranjeros. Nos da un feedback que solo conoce el que vive en el lugar. Ese cliente nos llegó por el boca a boca, aunque estén muy distantes geográficamente, es la difusión lo que  mueve el estudio. Gran parte de los clientes son extranjeros que construyen en el país o afuera. La otra red que comenzamos a tocar es a nivel de  empresas y proveedores  que nos ayudan a construir estas cosas en otras partes del mundo. Por ejemplo, para Sacromonte tuvimos un aliado en Portugal, no por un tema de mano de obra sino de calidad porque trabajamos con una madera muy especial, con tecnología  que nos otorga paneles de una sola pieza.

Se trata de entender que estamos acá pero que las soluciones tecnológicas viajan por diferentes destinos.

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La visión que tenemos del mundo es que todo queda lejos, pero el tránsito de bienes es mucho más dinámico de lo que parece.

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Es un gran desafío que las primeras experiencias profesionales generen todo esto porque la expectativa para lo que sigue es muy alta. ¿Cómo lo manejan?

Sí, en realidad el estudio ya venía teniendo mucha repercusión en publicaciones con obras en Brasil. Es una trayectoria que se construye con cada trabajo y Sacromonte se suma a una serie de proyectos, aunque volviéndose muy visible en Uruguay, algo que no es tan común. Creemos que la arquitectura en nuestro país debería tener más difusión internacional porque tiene con qué. Por nuestro lado lo estamos haciendo, nos preocupamos por la difusión y la gestión, potenciamos que eso suceda y hacemos lo posible porque nuestros proyectos sean visibles.

¿Cómo hacen para trabajar globalmente sobre una obra afuera sin perder el control?

Sucede que justamente, el grueso de la obra se arma en un sitio controlado.

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Es inminente el cambio en las formas de construcción, cuando se da el dilema de si la arquitectura tiene que parecerse a una máquina o realmente tiene que pensarse como una máquina y construirse como tal. Nosotros creemos más en esta lógica, que la arquitectura sea el resultado de una serie de procesos, y entre ellos, está el vector de la industria.

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¿Cuántas personas trabajan en el estudio y qué medio usan para comunicarse?

En total, somos once acá y siete en Brasil. Skype es una herramienta muy buena, de hecho hubo proyectos de hasta cuatro meses que fueron construidos a la distancia en contacto con puntos en Dubai, Jujuy y Londres.

Otro de los desafíos es que más allá de la fama y el reconocimiento se mantengan financieramente viables. ¿Cómo se dividen las tareas?

Ahí cada uno adopta un rol especial según sus capacidades. El equipo es muy importante y cada individuo entiende en qué rol se siente más cómodo. Como hemos tenido un equipo conformado con más o menos personas, hemos consolidado una base más chica por donde pasa el flujo de tareas. Los socios además estamos en todo, pero siempre hay uno coordinando los proyectos con los clientes porque creemos es importante que tengan una referencia directa de a quién contactar. No puede haber cinco interlocutores.

¿Cómo ve la gestión general colectiva de la profesión una generación joven como la de ustedes?

A nivel general,  el arquitecto uruguayo no tiene una convicción de colectivo, entonces son todos esfuerzos aislados. Un ejemplo elogiable  tiene que ver con el diseño, es el grupo que fue a Londres con el proyecto de Vilamajó. Ellos se entienden como colectivo y se presentan como tal aunque son empresas diferentes. Y los resultados se multiplican exponencialmente mucho más allá del alcance y posibilidades reales de cada uno. Nos faltan instancias de intercambio transversal genuino.

¿En que están trabajando ahora?

A nivel internacional, estamos con la casa de Los Ángeles y otra en Nueva York, gestionadas por un grupo inversor. En Brasil, estamos trabajando con una galería y un centro médico, y acá constantemente con Sacromonte, que está buenísimo porque es como un laboratorio experimental para nosotros. También tenemos unos proyectos en el este, en José Ignacio y Rocha, y una reforma importante en Parque Rodó…

Los buenos proyectos suelen traer buenos clientes pero construir un buen portfolio es saber decir a qué sí y a qué no.  Sin embargo, siendo un estudio joven a veces debe ser difícil plantarse en la negativa.

Sí, totalmente. Pero también está eso que hablábamos antes de saber sugerir, dar ideas, y hacer un proyecto interesante. El cliente extranjero nos ha hecho crecer mucho porque confía y nos da libertad y pretendemos mantenenos en ese lado de la vereda.

 

 

Fotos generales: Leonardo Finotti
Fotos capilla Sacromonte: Tali Kimelman
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