Inhotim: El Museo más grande del Mundo

16/10/2016 | Actualidad

Inhotim es el centro de arte contemporáneo al aire libre más grande del mundo. Cuenta con  100 hectáreas de terreno compuesto por jardines,  25 galerías, 80 instalaciones y obras de arte distribuidas por el jardín, cinco lagos ornamentales y flora silvestre.

Si viaja por el sur de Brasil y tiene tiempo para una escala, agende esta joya escondida a unos 60 km al sureste de Belo Horizonte, en el estado de Minas Gerais, donde se encuentra la ciudad de Brumadinho. En las afueras de ésta, en la década de 1980, el empresario minero Bernardo Paz quien se dedicaba a exportar metales a China, compró un pequeño campo y continuó con el desarrollo de un jardín ya existente en el lugar.  Poco tiempo después Paz vendió una empresa por valor de 250 millones de dólares y los invirtió íntegramente en lo que actualmente es el Instituto Inhotim, uno de los mayores complejos artísticos del mundo.

Rodeado de un hermoso paisaje de montañas y una constante bruma matinal (que da nombre a la ciudad) el complejo abrió en el año 2006, y consiste en una serie de pabellones que alojan distintas galerías de arte y edificios de servicio; el jardín, que también alberga obras al aire libre y varios lagos artificiales; se completa con distintos senderos que atraviesan el parque, a veces jardín, a veces selva, vinculando las actividades.

La colección contiene obras de los principales artistas contemporáneos nacionales e internacionales (Cildo Meireles, Doug Aitken o Olafur Eliasson, entre muchos otros) incluyendo obras site-specific (especialmente creadas para el lugar), galerías fijas destinadas a un único autor, y exposiciones itinerantes. Los primeros edificios construidos no eran más que galpones aislados con pocas pretensiones arquitectónicas, pero esta situación se revirti con la construcción de la galería para Adriana Varejão, obra de Rodrigo Cerviño Lopez, y el Centro Educativo Burle Marx de Paula Zasnicoff y Alexandre Brasil.

El edificio se emplaza como un elemento de organización y de acceso para los grupos educativos que visitan el Instituto Inhotim. El centro educacional actúa como un lugar de acceso y salida, estableciendo un paseo de entrada al museo. Además de la causa artística, Inhotim está comprometido con el desarrollo de los pueblos y culturas de que rodean el municipio donde se localiza. A través de proyectos sociales, como el Laboratorio de Brumadinho, el museo pretende acercar la cultura a aquellos que más difícilmente tienen acceso a ella y familiarizar a los niños con el arte contemporáneo.

A partir de este punto dos estudios locales (Arquitetos Associados y Rizoma Arquitetura) han creado un grupo de proyectos de gran interés, lo que ha elevado a Inhotim un escalón más, convirtiéndolo también en un referente regional a nivel arquitectónico.

Durante el recorrido de sus densos jardines, Inhotim invita a la contemplación de las obras artísticas desde otro punto de vista, las saca de las salas y las exhibe a la intemperie, ofrece un par de hamacas para tenderse en ellas mientras se descubren todos los significados de alguna pieza, alienta a participar en las obras entendiendo al arte como una creación social.

Roberto Burle Marx fue el encargado del diseño de los jardines de Inhotim. Al darse cuenta del poco conocimiento sobre la flora nativa de Brasil y de la necesidad de utilizarla en proyectos de paisajismo, Burle Max realizó expediciones a diferentes ecosistemas del país con el fin de recolectar y clasificar las especies vegetales; incluso construyó varios invernaderos para llevarlas a la ciudad y comenzar a diseñar paisajes urbanos con ellas.

Gracias a su trabajo, sus proyectos logran crear hábitats donde las especies coexisten casi perfectamente.  El lenguaje de Burle Marx es muy orgánico; muchas de las figuras que utiliza para crear los paisajes en Inhotim, se aprecian en algunas de sus obras como artista plástico. A lo largo de su trayectoria trabajó con arquitectos como Lucio Costa y Oscar Niemeyer.

Al avanzar por los senderos se encuentran diferentes piezas de arte, esculturas, bancas hechas con troncos, espacios para descansar y galerías. Ya que el terreno se encuentra en desnivel, muchas de las galerías, como la Cosmococa de Hélio Oiticica/Neville D´almeida, se vuelven una extensión del jardín gracias a un techo verde; y otras, como la Galería de Adriana Verejao, se convierten en un mirador perfecto para contemplar el jardín y los alrededores.

También existen miradores creados con taludes en la topografía. En uno de ellos, se encuentra la obra Viewing Machine de Olafur Eliasson, la cual consiste en un gran caleidoscopio habilitado para girar 360 grados con un movimiento basculante; a través de él se puede contemplar el jardín y la naturaleza nativa.

En una de las partes altas se encuentra el Sonic Pavilion de Doug Aitken.

Se trata de un pabellón auditivo que conserva esa forma para mejorar la acústica del lugar. En el medio, un hoyo de más de 200 metros de profundidad revela uno de los sonidos más antiguos de la Tierra: el del choque de las placas tectnicas. Todas las personas están en silencio y pueden escuchar los sonidos provenientes desde las entrañas del planeta, similar a un rugido constante que aumenta súbitamente y luego desaparece.

Otra de las galerías permanentes es la del artista Matthew Barney, Lama Lamina. Por afuera, la galería es un domo geodésico de acero y vidrio que refleja el jardín, lo que hace que se mimetice un poco con el entorno. Al interior se encuentra un tractor gigante, el cual está arrancando un árbol del suelo.

Un paseo ideal para hacer en familia, buen mix de arte contemporáneo, paisajismo del mejor, naturaleza en su máxima expresión y arquitectura moderna, para pasar un día desconectado del mundo y absorbiendo lo mejor de las expresiones del arte brasilero.

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