Tienen la capacidad de sorprender en cualquier esquema decorativo, no solo desde el punto de vista estético sino también funcional: las hay de diferentes colores y formas, más rústicas o más modernas, en varios tipos de nudos, simples o combinadas, para el interior y el exterior. La versatilidad de las alfombras de yute le otorga a cualquier ambiente un toque sencillo y fresco, convirtiéndolas en uno de los recursos más valorados del interiorismo desde hace algunos siglos atrás.
Las alfombras de yute son confeccionadas completamente a mano en el sur asiático, a partir de una fibra plenamente natural, reciclable y biodegradable. Este material es reconocido a nivel mundial como la segunda fibra vegetal más importante en términos de consumo y producción global, luego del algodón, concentrándose en India los mayores índices de exportaciones que alcanzan las tres millones de toneladas cada año.
Desde sus primeros usos hasta hoy, la diversificación del yute se ha expandido hacia varios mercados especializados por ser un considerado un producto de buena rentabilidad; aunque es en la industria textil donde alcanza su máximo esplendor, utilizándose para la creación de piezas de diseño, bolsas tejidas, esteras decorativas, indumentaria y calzado. El gran valor de estas fibras naturales de origen vegetal es que son un recurso renovable por excelencia con una muy buena resistencia mecánica, y sobre todo, poco peso, lo que las convierte en un material ideal para la confección de alfombras.
Casi la totalidad de los cultivos de esta planta herbácea procede de las tierras húmedas y pantanosas que rodean Calcuta y la vecina Bangladesh, donde se reúne el clima correcto y la mano de obra barata. El proceso de fabricación del yute es bastante interesante, y desde siempre, ha sido delegado a campesinos hombres y mujeres de bajos recursos. Se realiza en rotación con el arroz y se inicia durante los días lluviosos de verano, cuando luego de cortar las plantas se sumergen en estanques cubiertos de barro, de diez a treinta días, para esperar a que los tallos se pudran. Finalmente, se retiran los tallos empapados y se golpean con mazos para deshacerlos, dejándolos secar al sol antes de ser transportados a los molinos para tejer largas hebras de hilo.
Estas tareas requieren una gran densidad de peones agrícolas, y por lo tanto, representan una fuente importante de ingresos para muchísimas familias de la región.
La creación de alfombras elaboradas en yute es una antigua tradición hindú que data de la influencia de los imperios mongoles, junto a otros materiales nobles como la lana, el algodón, el bambú y la seda. Para su confección se necesitan conocimientos artesanos cualificados que reproducen técnicas ancestrales basadas en cómo las mujeres indias trenzaban sus cabellos. Algunas son realizadas a telar y otras mediante técnicas completamente artesanales, tejiendo hebras de yute que son cortadas según el largo deseado, y uniéndolas horizontalmente para determinar el ancho de la alfombra. En ambos casos, el resultado final es sometido a un proceso de combustión, en el que con una especie de soplete se queman los hilos sueltos en exceso para darle una terminación más prolija y resaltar el brillo natural de la fibra. Para distinguir fácilmente si una alfombra está confeccionada a mano o a máquina, se debe observar el reverso: la primera, presenta una trama muy espesa que hace que el diseño también se aprecie por el lado de atrás; mientras que en la segunda no es posible reconocerlo.
Si bien la industria del yute domina la escena hindú desde hace cientos de años, la consolidación de su comercio llega algún tiempo más tarde cuando The British East India Company se convierte en el primer exportador de la “fibra de oro” a nivel mundial: la producción crece especialmente a partir del siglo XVII, y el éxito comercial definitivo alcanza su pico máximo en el siglo XIX, frente al escaseo de cáñamo en la posguerra de Crimea, que deja lugar al yute como su gran sucesor dentro del mercado textil. Desde entonces, las alfombras elaboradas a base de esta fibra que son el producto principal que se consume en países desarrollados.
Sin embargo, un buen tramo de esta historia es cuesta arriba: con la llegada de las fibras sintéticas en la década de 1970, las producciones y exportaciones de yute se reducen al mínimo, iniciándose una caída de precios vertiginosa que deja a los cultivadores sumidos en la pobreza. Cuando la industria parece estar condenada a muerte, el gobierno hindú lanza una serie de medidas proteccionistas que vuelven a realzar el comercio de esta fibra natural, convirtiéndola nuevamente en un importante cultivo de exportación. Sin prácticamente ninguna huella medioambiental, el yute gana popularidad en el siglo XXI como un material estrella que es elegido por las tendencias sustentables de la actualidad.
Las alfombras de yute son piezas muy codiciadas en decoración, recomendadas para muchos estilos variados por sus texturas naturales y colores neutros. La calidez que aportan a los hogares realza la belleza de cada espacio, añadiendo toques elegantes y contemporáneos pero sin perder la rusticidad característica de sus líneas artesanales. Algunos modelos mezclan fibras de yute con otras naturales como lana o sisal, siendo estas variaciones del diseño tradicional que realza sus características mecánicas y potencian su estética.
Además de ser muy suaves al tacto, estas alfombras tienen baja conductividad térmica y capacidad aislante; y son muy resistentes y duraderas, por lo que se vuelven una alternativa para vestir tanto una sala de estar como una galería exterior. Entre sus grandes ventajas está el fácil mantenimiento, ya que sus fibras están preparadas para resistir el paso del tiempo.
El Galpón Imports ha sido pionero en la importación de estas piezas desde Oriente, y cuenta con una amplia oferta de alfombras de yute hiladas a mano, y cien por ciento sustentables. Su alta calidad y resistencia las convierte en una solución idónea para crear ambientes versátiles y confortables en su justo equilibrio. Encontralas en la web y en su local de Paso Carrasco.