Lúmina es el concurso anual que organiza el Punta Carretas Shopping para impulsar el diseño de modas local y fomentar la inserción laboral de jóvenes talentos en el mercado nacional.
El tiempo ha demostrado que para los ganadores y finalistas del concurso, su paso por el mismo no es en vano y supone un punto de inflexión hacia una carrera consolidada, en el marco de una industria cada vez más fuerte en propuestas y llegada al público.
Esta última fue la edición nro. 10 del concurso, que contó como jurados a Ana Torrejón (Directora de Harper´s Bazaar Arg.) , Rossana de Marco (Diseñadora, directora de La Pasionaria y Presidenta del CDU), Florencia Domínguez (Diseñadora de modas, creadora de la grifa Black and Liberty) y Gustavo Bardavid (Arquitecto).
El grupo era apoyado en producción y logística por Rosario San Juan, de amplia experiencia en producciones de moda, que articula las devoluciones del jurado y los avances de los chicos (una suerte de Tim Gunn de Project Runway que ejerce tracción al son del «Make it Work!») , con una calidez y profesionalismo que fue alabado por ambas entrevistadas.
Mucho se ha reseñado sobre participantes y ganadores, pero queríamos en esta instancia, investigar algo más de las dos ganadoras:
_ Clara Aguayo (24) , la ganadora del 1er premio (Producción para Galería y pasantía de 3 semanas en el Instituto europe di design de Italia)
_ Ana Darracq (23) Mención especial Tresemmé (Viaje a la New York Fashion Week)
Anita y Clara recibiendo los premios en la noche de #lumina10
Clara Aguayo:
Clara es egresada del Centro de Diseño y estudiante de la UTU y por tanto tiene lo mejor de cada ámbito: la experimentación estética y la capacitación para la producción y confección integral de cada pieza. De hecho una virtud que la diferencia es la producción manual de cada una de sus piezas. Trabaja más que nada con géneros pesados, fieltros o lanas, que busca con ojo entrenado, en los estantes más apartados de las pocas casas de insumos textiles que van quedando en la ciudad.
Así se hace con sobrantes de telas que supieron exportarse a Italia para colecciones de Armani y ese tipo de hallazgos que luego vuelca en su colección.
Sus líneas son minimalistas, andróginas por momentos y con una moldería que hace la diferencia, para acentuar volúmenes en el bajo o laterales de un vestido, o en una manga de un tapado que muta de color mediante teñidos y telas especiales.
(Foto campaña: Brian Ojeda)
(detalle de manga ranglan y aplique fieltro sobre tela)
Un punto de contacto con el lenguaje de Ana Livni con quien supo trabajar luego de egresada del CDU, en cuanto al culto al tejido denso, los teñidos, etc.
Ama a Yoji Yamamoto, Rey Kawacubo, Alexander Mc Queen, y los libros de técnicas de moldería japonesa o patterns que pueblan su biblioteca. En sus palabras «desayuna, almuerza y cena diseño» , herencia que seguramente legaron un padre escultor y un tío arquitecto.
Se muestra humilde, pero decidida, con un hablar tranquilo pero motivado por lo que sabe, será una experiencia que podrá capitalizar a la brevedad.
Me muestra su universo: su taller rodeado de verde y luz, de libros llenos de inspiración y pruebas de tocados o piezas del desfile reciente, bobinas de colores, carteleras con bocetos de su autoría. No hay mejor lugar posible para inspirarse. Bueno, si, quizás el Instituto europeo del diseño y las calles italianas dejen una huella que sabrá surgir en próximas colecciones.
En el caso de Ana Darracq, estudiante de la ORT, el camino duró casi un año. Con muy buen criterio de conjugacion académica y comercial, la cátedra de Diseño de Indumentaria adecúa su programa a las bases del concurso, de forma que esa entrega ya supone tener pronta la del concurso. De hecho los ejercicios de experimentación y diseño de tejidos o conceptos pasaron por mucho ensayo y error en relativamente poco tiempo, para consolidar una idea.
Parte de la evolución e interacción con el jurado: se capta una serie de decisiones de «limpiar» la silueta y tomar riesgos.
Luego de quedar seleccionada entre más de 100 concursantes, comenzó la etapa de trabajo en solitario: la consigna era crear una colección completa de 10 piezas, junto a su campaña y producción visual.
BFF (Best friends forever) fue el nombre de su propuesta, que a pesar de su título jovial, tiene ingredientes serios y originales: una conceptualización interesante, una estética impactante y una identidad muy propia, casi una ausencia preliminar de referentes directos, lo cual en este contexto es altamente resaltable.
La camisa blanca era protagonista neutral en tramos superiores, aunque dialogando en formas, caídas o pliegues con las piezas inferiores. Los pantalones y faldas a su vez, tenían dos versiones: una monocromática negra, aparentemente simple pero que deconstruía moldería de otras partes del cuerpo para ubicarlas convenientemente en una nueva pieza: Así, un jumper era el resultado de la unión de dos mangas ranglan y varias sorpresas más.
Ana mostrando la coincidencia de línea entre la camisa y el bordado
Pero el punto alto y definitivamente diferencial fueron las faldas o pantalones en cuerinas (en tonos pastel, (casi en sintonia con el dictamen del Pantone color of the year) bordados con hebras de lana merino.
La idea base era que el tejido plano y denso de las camisas se ampliaba exponencialmente en tejidos abiertos que cruzaban las piezas dotándolas de volumen y movimiento.
La moldería compleja pero coherente, la elegancia superior en contrapunto con el riesgo en piezas inferiores, el bordado e intersección de hebras de lana rústica con superficies lisas, parece barroco y sin embargo funciona. Como esos platos de cocina que reúnen tibio y caliente, crocante y cremoso, dulce y salado y son una experiencia singular frente a otras más lineales.
Así como sus prendas que muestran distintas facetas en una, Ana es inquieta y exploradora, verborrágica, aunque con la timidez de quien sabe tiene todo el camino por delante.
Nueva York elegida estratégicamente durante la semana de la moda, no es mal lugar para buscar ideas que seguramente rindan frutos a corto plazo.
Es fascinante conocer los procesos de diseño de cada una, y sobre todo imaginar las posibilidades que tienen por delante estas jovencísimas creadoras.
Hay mucho talento emergiendo de las escuelas de diseño que año a año contribuyen a elevar la oferta del mercado nacional en calidad e identidad. El desafío será que puedan competir en condiciones justas en un mercado cuyos costos y obstáculos como emprendedoras son múltiples.
Larga vida a Lumina y las plataformas que potencian esas posibilidades !