Se calcula como proyección demográfica que para el año 2030 habrá una población mundial de 8,5 mil millones de personas. Y uno de los rubros que está teniendo mayores transformaciones en su planificación y gestión es sin dudas el de la agricultura que será el que provea alimentos para toda esa masa crítica de gente.
Es así que el futuro de la producción de alimentos tenderá a parecerse más a fábricas que a extensiones de campos cultivados, reduciendo costos de mano de obra y automatizando tareas. El uso de técnicas como la Hidroponía o Aeroponía reducen el consumo de agua al mínimo, utiliza luces LED y evita daños o desperdicios por inclemencias del tiempo.
Los críticos de estas técnicas argumentan algo con cierta lógica circular que tira por la borda a los fundamentalistas de la sustentabilidad : «Para hacer crecer una lechuga que usualmente haría lo que mejor hace: captar luz solar y agua de lluvia para crecer, usamos luz solar con paneles fotovoltaicos que transmiten energía a lámparas que la transforman parcialmente en luz artificial, para que crezcan en bateas que reciclan el agua de lluvia, mediante instalaciones complejas de alta inversión inicial» Ese razonamiento si bien es válido, también tiene su contracara en las ventajas que esgrimen detrás del mostrador de los proyectos de cultivos «sustentables» en gran escala: el rendimiento de cultivos por m2, la independencia de factores climáticos, la ausencia de plagas y pesticidas, o la reducción de mano de obra. Según los primeros, el sistema es todo lo que puede ser en cuanto a desperdicios de recursos, tiempos y energías, al contrario de lo que se predica, y según los segundos, en áreas donde el clima castiga los cultivos, es una forma de agrupar en granjas de mayor capacidad cerca de centros poblados y poder comer tomates u otras verduras de calidad en invierno.
Una aplicación directa de ésto son las granjas verticales y el concepto refiere a la técnica de cultivo sin sustrato ni luz natural, en bandejas en altura en un edificio de climatización controlada. El primero en acuñar el concepto de granja vertical fue Dickinson Despommier, Profesor de ciencias ambientales en la Universidad de medicina de Columbia, y autor del libro: «Granjas verticales: Alimentando al mundo en el Siglo XXI».
Despommier dice que llegó a la idea, dando clases en la Universidad donde en una instancia que los alumnos se aburrían, les planteó el desafío de imaginar la ciudad en el año 2050. La conclusión fue que estaría lleno de gente y luego de un relevamiento exhaustivo de los padrones y los espacios verdes, aún cultivando cada techo sólo abastecerían al 2% de la población. De allí surgió la idea del cultivo en altura, y en cada curso por 9 años planteaba el mismo desafío, incorporando los datos de los cursos anteriores lo cual iba perfeccionando el concepto.
Hay varios ejemplos de distinta escala alrededor del mundo que de hecho ya hemos mostrado en este portal, (como la de Elon Musk: Square Roots) pero uno de los de mayor escala es sin dudas, Aerofarms: una antigua fábrica de aceros en Newark, New Jersey, de 15 mil m2 que opera desde el año 2004 una planta donde se cosechan vegetales hasta en 12 niveles de altura, sin sol ni tierra de base.
Su C.E.O. David Rosenberg, fue reconocido en el World Economic Forum como uno de los «Líderes de transformación en Agricultura» y su empresa señalada por Bloomberg TV como una de las más disruptivas de estos tiempos. Sus partners estratégicos son Goldman Sachs y Prudential así que puede usted irse haciendo una idea de la magnitud y trascendencia de este proyecto que podría generar hasta 1 millón de toneladas anuales de alimentos.
Los co fundadores: Marc-Oshima y David-Rosenberg